miércoles, 12 de octubre de 2016

Mi General

Alfredo ‘El Mochomo’ Beltrán Leyva envió un mensajero al Comandante de la Novena Zona Militar en Culiacán, Sinaloa, general Rolando Eugenio Hidalgo Eddy, ofreciéndole tres millones de dólares mensualmente con tal de que lo dejara operar con toda libertad en la región. Este dinero provendría, en partes iguales, de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, Ismael ‘El Mayo’ Zambada y él mismo, de a millón por cabeza. El general Hidalgo rechazó el ofrecimiento, lo que ocasionó amenazas de muerte por parte del famoso narcotraficante.

Poco tiempo después, ‘El Mochomo’ le dijo a su cómplice que no era necesario seguir insistiendo con el general, pues ya algún superior suyo había aceptado la oferta, pero Beltrán Leyva quiso darle un escarmiento a aquél y ordenó que destazaran algunos perros y arrojaran sus restos en la barda perimetral de la Zona Militar con mensajes intimidantes, que nunca llegaron a concretarse.

Esta información la extraje del periódico de San Luis La Razón, de apenas el 5 de agosto de 2015.

Lo anterior viene a cuento porque me hizo recordar mis años infantiles y los primeros de mi juventud, pues el en aquel entonces cadete del Heroico Colegio Militar, Rolando Eugenio Hidalgo Eddy, había sido de niño alumno de mi tía en una primaria federal, a la que yo también asistí como preparación a mi entrada ya formal a una escuela particular. Rolando vivía en la colonia San Álvaro y yo en la Clavería, ambas en la delegación Azcapotzalco de la ciudad de México. El vivía enfrente del jardín principal de aquella colonia y tenía un padre, también general, sumamente estricto. Alguna vez que casualmente pasé enfrente de su casa me percaté cómo éste lo disciplinaba con extrema severidad.

Cierta ocasión, jugando futbol en una cancha de la parroquia de la Inmaculada Concepción, también en Clavería, coincidimos, sin conocernos, en el mismo equipo. Ante una agresión bastante artera de un rival contra mi persona y no estando en disputa el balón, Rolando no dudó en entrar en mi defensa en contra de aquél y de su prepotente hermano, que lo “defendía”. Ante mi acobardamiento y no obstante ser yo más o menos de la misma edad que él, de los dos dio cuenta con gran facilidad a pesar de su aparentemente menudo físico. Ya desde aquel entonces mostraba una recia y distinguida personalidad.

Volví a coincidir con él siendo yo recluta del Servicio Militar Nacional en el centro de adiestramiento de la prepa cuatro en el deportivo Plan Sexenal, bajo las órdenes del capitán Mauro Delgado Soto. Mientras los reclutas estábamos en marcial descanso, Hidalgo Eddy llegó a visitar al capitán Delgado y se escucharon leves susurros de burla a propósito de no recuerdo qué. Delgado tuvo que hacer esfuerzos sobrehumanos para contener a Rolando que se quería abalanzar sobre todos nosotros y aniquilarnos. Una vez que éste se hubo marchado, aquél nos dijo que éramos muy afortunados al desconocer de lo que el teniente Hidalgo Eddy era capaz, que nos habíamos comportado cobardemente.

Varios años después, siendo yo empleado de IBM de México, fue jefe mío otro capitán del Ejército Mexicano, Alejandro Urías Mora, qepd, y condiscípulo del multicitado Hidalgo Eddy en el Colegio Militar. También lo tenía en alto aprecio y elogiaba sus virtudes, aunque decía que tanto él como Delgado Soto “estaban medio locos”.

Todos estos recuerdos se agolparon en mi mente cuando el general Hidalgo fue nombrado jefe de la Policía Municipal de Querétaro. También recordé la Perspectiva del 15 de julio de 2013 de Enrique Gómez Orozco en am, donde hace encomio del general en los siguientes términos: “El gobernador (de Aguascalientes) Carlos Lozano decide contratar al general Rolando Eugenio Hidalgo Eddy para apaciguar su tierra. De temple recio, como casi todos los militares chapados a la antigua, Hidalgo Eddy realiza un trabajo de excepción. Fortaleció la Policía de mando único con capacitación, armamento y una disciplina férrea que hoy rinde frutos.

“Dicen que sus métodos no son ortodoxos y las leyendas urbanas afirman que emprendió una guerra sin cuartel y sin medida en contra de los delincuentes. Cuando se le reconoce su hazaña, le da el crédito a su jefe, el gobernador Carlos Lozano. Diríamos que es un hombre del ‘sistema’, del viejo sistema que sí funcionaba con la seguridad pública, antes de los ‘Derechos Humanos’, antes del desconcierto extremo del sexenio pasado.
"El ‘mando único’ da resultados en Aguascalientes porque casi es una ciudad-estado, porque su geografía es pequeña y sus accesos pueden ser mejor controlados. ¿Para qué una Policía del municipio de Rincón de Romos o Calvillo?”.

No deja de ser interesante haber conocido de primera mano a este hombre, sin que él sea consciente de ello ni yo lo pretenda.

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